27 de octubre de 2008

La novela que no estoy escribiendo

La novela que no estoy escribiendo estos últimos meses es una sucesión de imágenes de la periferia de los congresos literarios, la espalda de las charlas de las ferias del libro, eso que pasa en las combis y en los aviones que llevan y traen a los autores, lo que se ve en los aeropuertos, o en la televisión del hotel, o en las escapadas exploratorias entre dos mesas redondas por las calles nuevas.

p.mairal

Se viene


Cuentos de:
Cecilia Pavón, Teoría posmarxista de la infelicidad
Magalí Etchebarne, Furia contra la máquina
Sara Gallardo, Un secreto, Némesis y Palermo
Romina Paula, Si llegás a faltar un verano
Amalia Jamilis, Los veranos falsos
Rosario Beltrán Núñez, El regalo de caraí
Mónica Müller, Observaciones científicas sobre cuatro modelos de infidelidad en la hembra humana
Adriana Battu, Cero culpa
Florencia Monfort, French 2208
Silvina Bullrich, El tercero en discordia
Ana María Shua, La caída
Hebe Uhart, ¿Cómo vuelvo?
Carolina Aguirre, Cuestión de fe
Silvina Ocampo, La casa de azúcar

Martes, Jueves

Esto fue el sábado en Costanera Sur. Romina Paula leyendo, uno de los integrantes del Sr de Abajo, y al fondo Diego Frenkel en una pausa guitarrística. Foto: Szperling
Esta semana hay dos lecturas:

Martes 28 de octubre
Confesionario. Leen:
Juan Diego Incardona y Félix Bruzzone
Música: Flopa - Confesora: Cecilia Szperling
CCRRojas- Av Corrientes 2038 - 20:30 hs

Jueves 30 de octubre
Ciclo de poesía en Fedro
Leen: Guadalupe Muro, Karina Macció,
Alex Piperno (Uruguay) y Mariano Blatt
20 hs. Carlos Calvo 578

24 de octubre de 2008

En el Benito Juárez

por miguel u

-Ocho horas de espera para el vuelo a bs as, en el aeropuerto benito juárez del df, en méxico.
-Dónde hay wifi? La chica de información, muy linda, morocha lacia, mexicana ultra prolija, me dice que sí pero que es pago y no entiendo bien. Me sonríe. Anota algo en un papel y me lo da. Es la clave. Me hace señas de que no diga nada.
-En una punta de las salas de embarque, consigo un enchufe donde poner la laptop porque no tengo batería. Me siento en el piso. Tengo internet.
-Chequeo mails. Leo blogs. Un tipo viene limpiando ventanas desde la otra punta. Una por una. En un momento me tengo que mover para que limpie donde estoy yo. Se me duermen las piernas. Voy a dar una vuelta.
-El empleado que limpia el baño te corta el papel para secarte las manos y te lo da. Espera propina a cambio. Un alemán rechaza la oferta y arranca él mismo su papel para secarse. El tipo masculla algo.
-Una serie de ocho hombres con chombas azules en silla de ruedas. Son de algún equipo de algo, pienso. Pero sanan de golpe y empiezan a caminar. Les están dando un curso de invalidez. Esos cursos de “un día como”. Para que sepan cómo se siente alguien en silla de ruedas. Después los veo sentados en ronda en las sillas charlando. Riéndose, tirando pataditas de risa.
-Gente en bermudas y camisa hawaiana, y gente con campera y bufanda. Los turistas vienen del frío, o vienen al calor, o van al frío, o van al calor. Gran variedad de atuendos climáticos.
-Los autitos eléctricos que llevan a gente que no puede caminar están tuneados. Van muy rápido. Los conductores hacen finitos. Disfrutan
-Esoy atrapado en un shopping. Todos los negocios venden lo mismo. El mismo robot de juguete. Los mismo vasitos para tequila. Los mismos anteojos en estantes iluminados desde adentro.
-Pasa corriendo un rubio alto con el sombrerote en la mano. Pierde el vuelo. Los apurados y los que hacen tiempo se mueven muy distinto.
-Una flaca en mini de patas largas mira cosas en un negocio; un tipo la tiburonea alrededor, simulando que también está eligiendo chucherías de aeropuerto. Me da vergüenza. Soy yo.
-Cayó la noche afuera, pero apenas se nota el cambio acá adentro. Paso cerca de la oficina de información. Podría decirle gracias a la chica que me dio la clave. Pero adentro de la cabina hay otra chica, que no es fea pero por no ser ella es monstruosa. El mundo giró y yo sigo acá.
-Vuelvo a mi enchufe. Me lo usurparon. Así que me entrego a esta lentitud de aviones y gente moviéndose a toda velocidad. Pasan, pasan, y yo quieto. Hasta que un vuelo se lleva al usurpador y me conecto otra vez para escribir. Falta un rato nomás para mi vuelo y todavía no saqué ninguna conclusión.

19 de octubre de 2008

El tren de las putas

.
.
por Anna Maria Farinato



Se me hizo tarde, y perdí el rewind de los trabajadores que después de pasarse el día en la metrópoli regresan al conurbano en horas decentes. La vida ya cambió de turno, y hoy me tocó el tren de las putas.
El éxodo cotidiano de las nigerianas, que de Turín van hacia la provincia y hasta Milán, empieza alrededor de las ocho. Siempre van en grupo, hablando fuerte entre ellas o al celular, un inglés incomprensible, monocorde y cantilenante, interrumpido a ratos por estridentes notas agudas, como graznidos.
Llegan a la estación de trenes en bandadas, aves migratorias que se extraviaron de ruta. Jovencísimas y tan coloreadas todas, el pelo de un negro azulado brillante como alas de cuervos, las piernas larguísimas de flamencos, altivas y fornidas como modernas diosas de la fertilidad.
Llevan jeans ajustados, ropa "normal", vestidas como podría andar vestida una, pero casi siempre en chancletas, aún en invierno. Lo invaden todo, se apoderan de un compartimiento como de un camerino de teatro y se van transformando a medida que el tren avanza. Abren sus enormes bolsas, apoyan los pies en los asientos y se maquillan, se cambian de vestuario, visten el uniforme de servicio: musculosas, minifaldas, lentejuelas, lúrex, lycra, zapatos de tacones 12, pendientes llamativos, perfumes muy fuertes. Algunas traen comida. Una lleva una bolsa de McDonald's.
Las observo, casi voyeurisiticamente, desde el pasillo, disimulando, escondiéndome detrás de un libro como un espía amateur o fingiendo leer con interés los avisos - prohibido fumar; es peligroso apoyarse a las puertas; no tiren objetos por las ventanillas; desinfectado el..; cada abuso será punido...
Hay como una frontera no marcada, pero infranqueable, entre nuestros hemisferios. Su mapa todavía lleva escrito Hic sunt leones. Yo no me meto en su mundo, y ellas no se meten en el mío.
Y desde afuera no podríamos parecer más distantes: en el lado de acá, la intelectual, la cuarentona anémica y solitaria, traumatizada por el fracaso de su matrimonio, que no ha vuelto a acostarse con nadie desde hace un buen rato. En el de allá, las veinteañeras que todas las noches se acuestan con decenas de hombres, y de eso viven. Las he visto montones de veces semidesnudas al borde de las calles, en las periferias más abyectas, en las noches de invierno, desde mi auto con calefacción, preguntándome cómo podían bancarse tanto frío y tanta sordidez. Pero nunca hemos estados tan cerca como esta noche. Y sólo esta noche se me ocurre que quizás nuestros mundos no sean tan distantes. Que algo nos unió, en algún momento.
Van bajando, en grupitos, en las estaciones de provincia. Se esparcen por parques y calles secundarias, en zonas industriales o al margen de las autopistas. Son las "pendolares del sexo"
Y a la madrugada, de vuelta. A veces, si por la mañana tomo el tren muy temprano, me topo con algunas, dormidas, las piernas estiradas en el asiento de enfrente, rendidas en fin al sueño, la cabeza apoyada en un bulto de ropa.
Su contra-éxodo se cruza entonces con la transhumancia diaria de los pendolares dignos, que pasan de largo, buscando otro sitio.
En la puerta que separa las carrozas, hay un cartelito de la sociedad de ferrocarriles: "Cuiden de este coche. Mañana van a estar otra vez aquí".

Così fan tutti

Son muchas, muchísimas. Siempre me pregunto cómo es posible que haya trabajo para todas.
Las cifras son impresionantes. En Italia, según parece, la nigerianas son alrededor de 10 mil. La mayoría vive en Turín. Por eso acá se ha impuesto la ecuación prostituta=nigeriana (y nigeriana=prostituta). Los clientes, según se calcula, 9 millones (los italianos somos 60 millones, la mitad hombres). Muchos, muchísimos.
Y entonces me digo que necesariamente entre mis conocidos hay frecuentadores de putas. ¿Mis amigos irán con ellas? ¿Mis compañeros de despacho? Mi ex, ¿tu quoque?
Me acuerdo habérselo comentado, alguna vez, en broma. En aquella época él trabajaba en una industria en una periferia escuálida. No tenía carnet de conducir, y para llegar a destinación había que caminar por unos baldíos, entre yuyos y basureros. Las nigerianas se metian allí, bajo un árbol, al borde del camino, con sillitas de plástico, esperando, como de picnic.
- Cuidado con ésas-, le decía burlona, las veces que lo acompañaba en auto, - no te dejes atrapar. Te van a comer.
El se reía, incómodo, ruborizado, con pudor. - Qué va, Ana. Me daría asco.
Ahora ya no está para preguntárselo. Y de todas formas me mentiría, para protegerme. Y protegerse.
Se lo pregunto entonces a mi amigo Francesco; el único quizás con el que puedo hablar, como me dijo él una vez, de hombre a hombre. Y se entrega al reto, sonriendo, sin ahorrarme detalles, "con perdón de las damas".
Me aclara, de entrada, para que se me quiten las ilusiones, que todo el mundo va de putas. To-do, puntualiza. (Siento como una punzada, retroactiva, pero duele igual). A parte los minusvalidos, y "los que nunca han cogido, ni siquiera con señoritas que ejercen otro oficio".
Por Francesco me entero de precios y prestaciones. 30 euros como máximo. "no porque ellas no pidan más, sino porque nadie se los da". El súper hit siempre es la combinación "boca-coño". A medida que va pasando la noche, y cuanto más lejos uno se encuentre del centro de una ciudad, los precios bajan; si te caes por ahí casi a la madrugada, son de rebajas: "y te puedes llevar una chupada por 10 euros". "El culo no te lo dan, porque todo el mundo le tiene miedo a las enfermedades".
Me cuenta que a él le ha pasado unas cuantas veces, aunque, por un millón de razones, trata de contenerse. Sin embargo, admite, casi tiene que "violarse" a sí mismo para no hacerlo, sobre todo si ha tomado mucho. "Y sí, la primera vez me pasó asi. Las ves, son hermosas, uno está borracho - y a lo mejor cabreado... No es que uno se lo piense demasiado".
Los forros son un obsequio de la casa.

Compuertas

¿Cómo se las arreglarán, me pregunto, para aguantar a los pervertidos, a los asquerosos, los sucios, los que apestan a vino, a tabaco barato, a sudor, fritanga, ajo, sopa? ¿Cómo soportarán el contacto con una piel desconocida e indiferente, que sólo busca la descarga?
Y me pregunto más cosas, preguntas nimias, mezquinas, de burguesa higienizada que en la cartera lleva alcohol gel y pañuelos perfumados. ¿Dónde se asean, después? (¿Se asean?). ¿Cómo hacen cuando tienen regla? ¿Trabajan igual? ¿Y si tienen vaginitis? ¿Llagas? ¿Herpes? ¿Ampollas? ¿Jaqueca? ¿Catarro? ¿Dolor de muelas?
Me lo pregunto desde mi status de mujer pseudovirtuosa ("Virtue is insufficient temptation" insinuó alguien, creo que G.B. Shaw), que desde que se casó, hace trece años, nunca ha engañado a su marido. Las compuertas que he levantado desde que nos separamos no dejan filtrar nada. Hasta la fecha, me he sido fiel a mí misma, más que a él. La invisible burbuja que he armado a mi alrededor me protege de la promiscuidad, de las "inyecciones de bacterias". Prolijamente envueltas en film transparente, congeladas, están las sobras de lo que fue una mujer enamorada. Sublimo como puedo la pasión, ahora comprimida e inexpresada, pero el cuerpo tiene razones que la razón no entiende. Me enfermo a menudo. Pequeñeces, pero molestas.

Yo no puedo hacer como Francesco. Tenemos situaciones sentimentales similares y, conociendo muy bien la suya, no lo juzgo si acude a las profesionales del sexo. Incluso lo comprendo. Pero las mujeres reaccionamos de otra forma. O por lo menos yo. Yo no podría irme "de putos". Pagar para que me hagan el amor sin el amor. Al final, siento que la puta sería yo. Y yo no quiero serlo para un mercenario, no me interesa la profesionalidad de ese polvo. No quiero el polvo. Quiero las cenizas. La pasión que quema, la piel hirviendo. Quiero disolverme otra vez en el abrazo, y despedazarme en los besos devoradores. Quiero oír otra vez mi nombre susurrado al oído y los gritos sofocados en la carne. Quiero la risa, el jadeo, la saliva, el sudor. Quiero estrellarme, otra vez, la cama que golpea contra la pared, la almohada mordida, derretirme en el vértigo y la taquicardia, la asfixia y el desmayo. Arrojarme y caer de bruces en la absurda trampa del amor, otra vez. Quiero sacarme de la nevera y descongelarme, ya. Y mientras tanto sueño, y me aguanto.


Consoladores

Los taxi boys o "putos" heterosexuales para mujeres también existen, aunque nunca te encontrarás a uno en descampado, medio en cueros delante de una hoguera, desplegando su mercancía. Son putos discretos, elegantes, más bien consoladores de amas de casa frustradas y deprimidas. Se les contacta a través de anuncios en periódicos especializados o el passaparola. Una vez leí la historia de uno de esos galanes, bastante sorprendente, por cierto. La idea se le había ocurrido viendo un programa en la tele. No tenía problemas de dinero, al contrario, Por el día gestionaba una pequeña empresa, y por la noche acompañaba, en la máxima discreción, a las damas. Nadie en su ambiente sabía de su doble vida.
Lo contactaban por teléfono. Muchas veces las mujeres que llamaban disimulaban, decían que no era por ellas sino por unas amigas que no se animaban... Al final quedaban en verse en algún sitio. Contaba que las mujeres lo que más deseaban era hablar, narrarle algo de sí mismas, desahogarse por fin: de la indiferencia de los maridos, de las preocupaciones con lo hijos, del temor a envejecer, cosas así, El sexo se quedaba en segunda plana, y a veces ni lo hacían. Pero igual todas se íban contentas, y él también, porque las veía felices. Les había devuelto la risa.

Desechos

Pero esa es la cara bonita de la prostitución, si así se puede decir.
Las nigerianas, en cambio, son las de la calle, ya las únicas que ponen la cara (y todo el resto) a la intemperie, las que realmente hacen el trabajo sucio, entre baldíos y descampados, basura y cascotes. Las demás etnías trabajan en casa, o en los centros de masajes (y ese tampoco es el paraíso, claro). No son las escorts berlusconianas, las putas por elección, de alto standing.
En las zonas industriales, donde de día se construye el pib de la nación, de noche, sobre la piel de las nigerianas, se alimenta al tercer mercado mundial, después de las armas y las drogas.
A la mayoría de sus clientes, probablemente, le importa un carajo estar teniendo sexo con una mujer que no escogió esa profesión, y que tiene que hacerlo porque forzada. Que no es una prostituta sino, más correctamente, una prostituida, en manos de organizaciones despiadadas.
Porque su país es el país en el mundo con la peor calidad de vida. Porque salió de ese país con el engaño, después de que su familia firmara un contrato con "mediadores", empeñando todos sus escasos bienes, para que ella tuviera esa posibilidad y ahora tiene que pagar la deuda que contrajo con esa gente. Y es una deuda enorme, 50-60 mil euros. Y por más que trabaje, muy difícilmente lo va a alcanzar. Tampoco saben, ni les importa, de lo ritos vudu a los que estas mujeres están sometidas, los ju-ju, ritos ancestrales, como de cuentos de brujas, con pelos y sangre menstrual y fórmulas exotéricas, para someter su voluntad y obligarlas a cumplir las promesas, so pena de enfermedades, maldiciones, tragedias para ellas y sus familias. No saben de los terribles trastornos psicológicos que sufren, del desdoblamiento que se manifiesta para poder sobrevivir a tanta asquerosidad, del aislamiento en que viven, del rechazo social que padecen una vez que regresen a su patria. De las muchas que desaparecen o mueren asesinadas por clientes psicópatas, atracadas y golpeadas para sacarle el dinero, o atropelladas como perros en medio de la calle.
A la mañana los baldíos ennegrecidos por las hogueras son un cementerio de colillas y condones. Los despojos de billones de potenciales hijos de puta que perdieron su única posibilidad.

.
.
.
octubre de 2009
(Anna Maria Farinato es redactora en una revista de arte y traductora. Vive y trabaja en Turín)

17 de octubre de 2008

Apago el motor

por miguel u
Apago el motor del auto. Mi hijo se quedó dormido en el asiento de atrás. Lo fui a buscar al colegio y ahora lo traje a la casa de su madre. Miro los otros autos en el garaje. Escucho los metales de este auto reacomodándose con chasquidos a medida que se enfría; la materia volviendo a su estado normal. Escucho la respiración de mi hijo. Lo dejo dormir un rato. Bajo un poco la ventana para que entre aire. Ya no duermo en esta casa con él. Así que me quedo un rato con mi hijo en el auto sin despertarlo, solo para estar con él mientras duerme. En un par de horas me voy de viaje y no lo voy a ver por dos semanas. No entra ni sale nadie del garaje. Si alguien entrara y me viera acá sentado al volante, como un remisero de guardia, podría decirle que estoy cuidando el sueño de mi hijo. Podría hacer un poema con eso, pero ya no escribo poesía. Solo tecleo estos párrafos sueltos y los dejo flotando en el espacio.

14 de octubre de 2008

Fabián Casas en Bonk

"En este caso se puede afirmar que las Madres de Plaza de Mayo fueron infiltradas dos veces: una vez por el asesino de Astiz y otra por el ex presidente Kirchner".

Tocar a Gimena

Pedro Mairal

Lo primero que me trae a la mente la palabra “tocar” es mi amiga Gimena, compañera de colegio, en el viaje de egresados, el último año de la secundaria. Y más específicamente el ómnibus que nos llevaba de vuelta al hotel, después de una excursión al Cerro Catedral. Mientras los demás se habían deslizado montaña abajo en unos trineos de plástico, los varones más escépticos nos habíamos escondido a fumar y a mear en la nieve, detrás de una cabaña de troncos. Yo fumaba y hacía como que vigilaba que no viniera un profesor, pero en realidad la miraba a Gimena que estaba con un suéter violeta, riéndose y sacándose fotos con las otras chicas. [SIGUE ACÁ]

10 de octubre de 2008

Qué es el mar

Sergio Raimondi

El barrido de una red de arrastre a lo largo del lecho,
mallas de apertura máxima, en el tanque setecientos mil
litros de gas-oil, en la bodega bolsas de papa y cebolla,
jornada de treinta y cinco horas, sueño de cuatro, café,
acuerdos pactados en oficinas de Bruselas, crecimiento
del calamar illex en relación a la temperatura del agua
y las firmas de aprobación de la Corte Suprema, circuito
de canales de acero inoxidable por donde el pescado cae,
abadejo, hubbsi, transferencias de permiso amparadas
por la Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca; ahí:
atraviesa el fresquero la línea imaginaria del paralelo, va
tras una mancha en la pantalla del equipo de detección,
ignorante el cardumen de la noción de millas o charteo,
de las estadísticas irreales del INIDEP o el desfasaje
entre jornal y costo de vida desde el año mil novecientos
noventa y dos, filet de merluza de cola, SOMU y pez rata,
cartas de crédito adulteradas, lámparas y asiático pabellón,
irrupción de brotes de aftosa en rodeos británicos, hoki,
retorno a lo más hondo de toneladas de pota muerta
ante la aparición de langostino (valor cinco veces mayor),
infraestructura de almacenamiento y frío, caladero, eso.

(Poesía Civil, Vox, 2001)


*

Poemas inéditos en El Interpretador
Análisis de Poesía Civil en la revista Planta

9 de octubre de 2008

Feria del libro de Frankfurt 2010

fotos: p. mairal
tiene un aire de aeropuerto

wagenbach

el speed-dating de agentes y editores


pabellón argentino


patente de arlt

primeras ediciones


"me interesa el desvío, el recuerdo más que la memoria", bruzzone

rep

parque temático

bandas de contención porque una señora se tropezó con las malvinas

no le gustaba su nariz

libros traducidos gracias a los subsidios de prosur

nombre casual del hotel shop

en la entrada del pabellón

la mirada de ernesto


una cita de El matadero los separa

cultura en movimiento

6 de octubre de 2008

Ser culto

Periodista: ¿Qué es ser culto?
Cucurto: Para mí es ser una buena persona. Tratar de generar cosas alrededor de uno. No es leer más libros ni tener un título, sino ser sensible con lo que nos pasa a nosotros y a los demás. José Martí decía eso. Y es interesante esa idea: las personas egoístas no son cultas porque son incapaces de interactuar con otros para generar algo bueno. Entonces la clave es luchar contra el egoísmo y aprender a compartir. Ahí está la base de la cultura".
(Entrevista a Cucurto en Revista Mu, sept 08, nº18)

5 de octubre de 2008

El pasajero que pensé
que nos iba a afanar
roncó todo el camino
a Bahía Blanca.

p.mairal

3 de octubre de 2008

Informe del loquero

por Jorge Arrizabalaga

Están los quietos que casi comen
están los mansitos de sonreír a qué no se sabe
están los buscadores de otros con los ojos duros de rebotar rebotar
están los que miran todo el día la lluvia, aunque no llueva
están los que tienen el sexo hasta en la tierrita de debajo de las uñas
y se morfan las uñas
están los que se quieren matar
los que se querían matar están
y los que van a querer matarse pronto
y son, por turnos rotativos, los mismos tipos.
Están los arregladores de enchufes y garrafas y otras cosas ¿y qué?,
si son locos iguales que los demás
están los que juegan a las cartas y hacen mulas y “van a salir”,

dijo el Doctor
“algún día”, porque “van bien”, dijo el Doctor, “van bien”
están los que lagrimean con las velas colgando como bebés
que tuvieron que nacer mediante un aborto
están los que se patean el pasillo-pasillo-pasillo

hasta dejarlo igual que siempre
mientras ellos se gastan como nunca
están los que tienen visitas, qué suertudos
están los vigilados porque pegan trompadas porque sí,

vaya a saber por qué
están los que escuchan la radio con la radio escondida en el bolsillo
para que no se la manoteen los pobres, están
y se sientan siempre en el mismo banco para no perder
la compañía de la baldosa
que los mira mirando
fijo, de abajo, más abajo están los criminales
“que terminaron mal” según dicen
pero al fin, acá, somos todos iguales
ante la ley del Halopidol.
Están los protestones que usan muecas en toda la cara
y del lado de adentro también, están uy
los que se hacen encima y no dicen ni mú
y están los genios que le pasan el postre como una monedita de cobre
a la gata por debajo de la mesa
y se creen que es la viuda la gata por ser negra
y Dios mío…
Están todos los que se jubilaron de fracasar en la vida
y por una módica pensión
hoy el fracaso se dedica a ellos las cuarenta y ocho horas del día.


Está también el que iba a hacer el informe pero
lo vino a buscar un Milagro
y anoche
todavía
lo andamos buscando…

*

Jorge Arrizabalaga tiene 49 años. Participó en tres antologías y va por su primer libro "solista" (poemas). Recibió algunos premios en poesía y cuento.Es hincha de River a pesar de todo.

2 de octubre de 2008

En la cancha se ven los pingos (III)

por Adriana Battu
Última entrega de estilos sexuales masculinos.
Los anteriores son:
Abajo van otros cuatro. Seguramente hay más que estos 12 estilos sexuales masculinos (de hecho en los comments hay varias propuestas), pero está bien así. No hace falta aclarar que hay hombres a los que les caben varias categorías, o que mutan de categoría en una misma noche o a lo largo de los años. No pretendo que esta clasificación sirva de algo ni que haga reflexionar a los hombres. No soy Alejandra Granpolla. La verdad que cada uno coje como puede. Quizá con algunos hombres hay esperanza porque es cierto que mejoran un poquito con la edad.
El mudito
No sabés qué quiere. No se expresa. Pone cara de nada. Terminás haciendo preguntas pavas “¿Te gusta así?”. Y él contesta “mm”. No sabés si se durmió o si lo enmudeció el éxtasis místico. Te agota porque te obliga a probar de todo para despabilarlo y después te parece que se despide pensando que te hacés la porno star.

El memorioso
Es verbal como el locutor, pero se lo distingue porque sus frases no son sobre lo que te está haciendo o por hacer, sino sobre lo que te hizo o le hiciste alguna vez. El memorioso está siempre desfasado, recordando a la perfección un polvo anterior, y te lo dice al oído. Chupame la pija como esa noche en el auto en el estacionamiento del shopping. ¡Cómo te cogí contra la pared la semana pasada cuando te levanté ese vestidito celeste! Parece disfrutar más del recuerdo que del presente. Quiere siempre recrear otras situaciones, pero de todas formas no hay que exasperarse porque el polvo presente va a figurar en su memoria la próxima vez. Con él hay que coger para el recuerdo. Y considerar que te ve como nadie te vio jamás. No hay que pensar que está medio ausente. El tipo está, o mejor dicho, estará. En algún polvo de algún día futuro se va a acordar perfecto de ese momento. Se acuerda de cómo te cogió la madrugada del 25 de abril del 2006 y el ruidito que te hacían las pulseras cuando lo hiciste acabar entre las tetas. Y entonces te propone: “¿tendrás por ahí esas pulseras plateadas…?”

El Gran DT
Se exige y te exige mucho. Hace logística de anticipación: horarios, lugar de encuentro, forros, lubricantes. Conocí uno que llamaba al telo para ver si estaba libre su suite preferida. Lo espera todo de vos en cada polvo. Porque cuando se coge con el Gran DT, se coge en serio, en primera división. No hay polvitos al tuntún. En plena acción, si vos estás arriba, te empieza a decir “Dale, dale, más rápido, dale” o sino “Chupamela, así, hermosa, no pares, no pares”, o quiere acabar juntos “Ahí vamos, divina, ahí vamos, vamos”. Es como si se desdoblara y estuviera al pie de la cama vestido de saco y gritando “Bajen, bajen!, Armensé, armensé!”. Es resultadista. Cuenta los orgasmos tuyos y los propios. Dice “Vamos 2 a 1, ¿no?”. Lo que para vos es un plácido relax después de un buen polvo, para él es el entretiempo. Te ofrece agua, propone estrategias: “Ahora cuando empecemos de nuevo, probemos de costado, que me parece que vamos a andar mejor”. El tipo tiene úlcera.

El incómodo
También es director, pero no técnico, sino de cine, de sonido, de fotografía. Siempre está proponiendo mínimos ajustes. “Ponete un poquitito más… Ahí, perfecto.” O “Pará que tengo algo que me pincha la espal… Ahí está, ahí está”. Es muy visual. No puede empezar hasta que no arregló bien el tema luces: la del cuarto apagada, pero la del living prendida y con la puerta a medio entornar. El dimmer lo hace muy feliz. Te conoce tus mejores ángulos y te los pide; cuando te coge en cuatro te dice “A ver, mirame”. No le gusta el polvo de abrazo enceguecido, sino las poses que permiten los planos abiertos. Es freak de los ruidos. Un crujido de cama lo hace pedir “corte”. Un celular que interrumpe lo malhumora por una semana.